sábado, 14 de julio de 2007

WILHELM REICH Y LA MASTURBACIÓN

Hacia 1968, Wilhelm Reich, psicoanalista disidente del psicoanális freudiano, se convirtió en un mito para la juventud libertaria de Occidente. Reich, profeta de la libertad sexual, reclamaba el fin de las represiones burguesas, el reconocimiento de la sexualidad infantil y adolescente: abajo el moralismo patriarcal, el autoritarismo que impedía la felicidad genital, remedio -según él- para casi todos los males de Occidente. Resulta hoy difícil hacerse cargo del aura mística que, durante casi veinte años, hasta bien entrada la década de 1980, rodeó a este visionario del sexo, convertido para él en una especie de fuente de suprema energía cósmica.

Luego pasaron los años y el vendaval libertario amainó. Pero el mensaje de Reich, abstruso y casi esotérico, se convirtió en una papilla de tópicos sociológicos que casi nadie se atreve a discutir. Así sucede, por ejemplo, con la masturbación. Como leemos con frecuencia en revistas de todo tipo, la masturbación es importante para "conocer el cuerpo propio". Y, sin embargo, y como resulta evidente para un mínimo análisis antropológico, la masturbación constituye un hábito que, por supuesto, no produce los males físicos con los que hace décadas aún se asustaba a los adolescentes, pero sí provoca un importante daño espiritual: pues encierra a la psique en una sutil forma de narcisismo y egocentrismo que afecta a planos muy profundos de la vida de una persona. No es que el masturbador, por el hecho de masturbarse, se convierta en un ser egoísta y únicamente centrado en sí mismo, incapaz de hacerse cargo de los sentimientos de los demás. No se trata de eso. Lo que sucede es que quien se masturba habitualmente entra, de una manera imperceptible para él, en una órbita psico-filosófica, existencial y espiritual en la que es muy fácil aceptar como verdaderas y correctas ciertas ideas -aunque realmente no lo sean-
, y en cambio rechazar otras ideas como falsas -aunque sean verdaderas-. Por ejemplo, el masturbador habitual tiende a aceptar el relativismo filosófico típico de la mentalidad posmoderna, a la vez que suele mostrarse refractario o incluso hostil a la fe religiosa. También tiende a considerar como legítimos la homosexualidad y el aborto, así como la pornografía y la libre experimentación sexual. El masturbador es un individualista del sexo que vive psico-físicamente dentro de sí mismo y que permanece prisionero de la cárcel invisible de su propia subjetividad.

Aunque el hombre occidental contemporáneo sea incapaz de entenderlo, existe vida más allá de la masturbación, y más allá del sexo en general. Si, hoy en día, se dice en público que la masturbación no es una práctica tan maravillosa como predican las sexólogas del Cosmopolitan, lo miran a uno como si fuera un extraterrestre: hasta tal punto la ideología libertaria de Wilhelm Reich ha dejado de ser una peligrosa teoría ultraizquierdista y subversiva, para convertirse en la vulgata indiscutible de una sociedad conformista y anestesiada que abandonó hace décadas el sano hábito de pensar. Cuando Platón nos relató su inmortal mito de la caverna, olvidó explicarnos que los prisioneros allí encadenados, aparte de contemplar las engañosas figuras proyectadas sobre la pared del fondo, pasaban todo el tiempo masturbándose. Y, por cierto, uno de ellos se llamaba Wilhelm Reich.

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