martes, 27 de marzo de 2007

EL "HIEROS GAMOS" EN "EL CÓDIGO DA VINCI"


Uno de los pasajes más conocidos del best-seller mundial "El código da Vinci" es aquel en el que Jacques Saunière, como Gran Maestre del Priorato de Sión, rodeado de un grupo de adeptos, realiza el rito sexual del "hieros gamos", es decir, de la "cópula sagrada", que reproduce la supuesta unión ritual entre Jesús y María Magdalena. En la ceremonia, celebrada en los sótanos de la mansión normanda de Saunière, todos los asistentes portan máscaras y, dispuestos en círculo en torno a la pareja protagonista -también enmascarada-, entonan un cántico que adquiere un ritmo cada vez más frenético, a la vez que se aproxima también el "orgasmo sagrado". Finalmente, la cópula ritual alcanza su culmen, momento extático en que los principios femenino y masculino del cosmos -yin y yang- se funden y alcanzan la perfecta armonía.

Sin embargo, la escena es presenciada por Sophie, que sufre un auténtico trauma al reconocer, pese a la máscara que oculta su rostro, a su amado abuelo como la pareja masculina de este extraño ritual. Sophie -figura casi asexual que vive en el universo virginal de Atenea- cree que su abuelo participa en algún tipo de orgía, practicando una perversión sexual que, a sus ojos, asume la forma simbólica de un incesto. Finalmente, Brown nos revelará que no existe perversión ni orgía alguna: la pareja femenina de Saunière es su propia esposa, la abuela de Sophie, que vive separada de su marido por exigencia de la custodia del Grial, pero que mantiene intacto su amor por él en la distancia. Ahora bien: en tanto Sophie no se entera de esta circunstancia, para ella su abuelo se convierte en un pervertido que practica un rito sexual aberrante, de estética sadomasoquista -por las máscaras- y casi satánica.

El rito del "hieros gamos" en "El código da Vinci" resulta sumamente revelador acerca de la filosofía que subyace en la novela de Dan Brown. La ocultación ritual del rostro es síntoma de una visión despersonalizada del sexo, muy próxima a la idea que Occidente tiene actualmente del sexo tántrico: una sexualidad puramente biológica, no personal, dionisíaca, ctónica, donde se celebra la disolución de la individualidad y la fusión en el océano de energía sexual del universo. Se trata de una visión del sexo íntimamente relacionada con la filosofía del hinduismo y del budismo: el hombre debe rasgar el "velo de Maya", transcender su ilusoria individualidad y acceder a la identidad suprema entre el yo y la divinidad impersonal que se identifica con el universo (Brahma). El sexo impersonal y ritual puede ser un buen camino para este acceso al mundo sagrado donde se descubre la identidad profunda entre todos los seres del cosmos.

Todo lo cual puede parecer, tal vez, "muy interesante". Sin embargo, en Occidente, el sexo impersonal y orgiástico está asociado -y no en vano- a los ritos sexuales de las sectas satánicas. No es casualidad: porque Satanás siempre desea despersonalizar al hombre, ya que la personalidad genuina, el yo, la conciencia, siempre se encuentra estructuralmente abierto hacia el horizonte de Dios. Por lo tanto, a Satanás le interesa todo aquello que vaya en la línea de diluir la personalidad humana y convertir al hombre en un ser impersonal o despersonalizado. Porque el hombre despersonalizado siente una gran atracción por el vacío del no-ser, por los oscuros abismos de la anti-realidad en que consiste el reino diabólico.

La reacción de la casta Sophie resulta plenamente lógica: el rechazo absoluto ante lo que entiende como un ritual horrible de sexo impersonal donde, como diría C.S. Lewis, "ya no existen los rostros". Sophie, discípula -como decimos- de la diosa Atenea, vive en el mundo luminoso y apolíneo del pensamiento y el estudio, e interrumpe todo contacto con su abuelo tras presenciar el rito del "hieros gamos". Y ello porque la diosa orgiástica Astarté -diosa de la prostitución sagrada- es frontal enemiga de la virtud de Atenea. Dan Brown, aparentemente iconoclasta, termina, en realidad, ofreciendo una solución casi puritana: no hay orgía ni motivo para el verdadero escándalo, pues el rito sexual lo han practicado el abuelo y la abuela de Sophie. En realidad, habría sido más lógico que ese rito lo hubieran practicado dos desconocidos, ya que lo que se pretende celebrar es la unión de los dos principios abstractos, masculino y femenino, que componen todo el universo: de ahí el esencial detalle de que todos los asistentes estén enmascarados. Sin embargo, Dan Brown prefiere la solución opuesta y, en el fondo, más humana: una señal más de las muchas contradicciones presentes en "El código da Vinci".

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