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lunes, 12 de febrero de 2007

EL DIOS DEL SIGLO XXI

Como es bien conocido, Pascal distinguía entre el "Dios de los filósofos" y "el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob". El Dios de los filósofos es el Demiurgo platónico, el Primer Motor Inmóvil de Aristóteles, el Lógos de los estoicos, el Uno neoplatónico. Un Dios racional, frío y lejano; un Dios intelectual que actúa como arquitecto cósmico, pero que no se preocupa del ser humano. En cambio, el Dios de Abraham es el Dios de la fe y del corazón. El Dios de la tradición judeo-cristiana, frente al Dios-Lógos griego.


Después de haber rechazado al Dios judeo-cristiano siguiendo el ateísmo profético de Nietzsche, el hombre culto actual, influido por la Física "mística" del siglo XX y por las filosofías orientales, se siente atraído por un Dios panteísta como energía impersonal del universo, o bien por un Dios-arquitecto, tal como lo concibe la gnosis científica contemporánea -así es el Dios de Einstein-. Un Dios que puede resultar atrayente desde un punto de vista "cósmico" y filosófico, pero que no tiene nada que decirle al corazón humano. Es un Dios lejano y abstracto, ajeno al dolor, el amor y la ternura. Y, por supuesto, no tiene nada que ver con el Dios encarnado del cristianismo: con Jesucristo muerto y resucitado, "locura para los griegos", como nos dice San Pablo. El Dios-Arquitecto le habla a la cabeza, pero no a nuestro corazón. Por lo tanto, se trata de un Dios incompleto.

Ahora bien: por supuesto, la imagen del Dios-demiurgo, constructor cósmico del universo, no es falsa, sino solamente parcial, unilateral. Si el siglo XXI quiere recuperar al "Dios total" que ha de servir como cimiento metafísico para una nueva civilización, debe integrar en su imagen de la divinidad ambas dimensiones: la intelectual y la afectiva. Por un lado, el Dios cósmico de Einstein; el Dios griego, Inteligencia ordenadora del universo, que utiliza la proporción áurea (el misterioso 1'618) como principal instrumento para su diseño del cosmos (no olvidemos que, en griego, "kósmos" significa precisamente "orden"). Por otro lado, el Dios cristiano, que es a la vez el Dios que crea el universo ex nihilo, llamándolo del no-ser al ser por la acción creadora de su Palabra, y por otro lado el Dios paradójico de la encarnación, el Dios del corazón que irrumpe humildemente en la Historia humana y que llega a lo más profundo del corazón de los hombres: el Dios-Jesucristo que muere en la cruz.

Por supuesto, entendamos que el "Dios arquitecto" y el "Dios cristiano" no son dos imágenes de Dios ni distintas ni que simplemente haya que yuxtaponer. El Dios cristiano es el "Dios total" del que antes hablábamos. Pero se trata de un Dios "multidimensional", y que es, por tanto, la sabiduría infinita que construye con asombrosa precisión toda la maquinaria del cosmos, y a la vez -y de manera mucho más esencial-, el Dios que mira a los ojos de los hombres y los toma de la mano. El siglo XXI debe reencontrarse con este Dios. El rostro de una sociedad depende del tipo de Dios en el que cree. El siglo XXI, sin duda, tiene ante sí como principal reto recobrar la integridad del rostro de Dios. Un Dios que satisfaga todas las exigencias intelectuales de la gnosis New Age, pero que sea también, y ante todo, un Dios del ser y del amor.

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